A fin de preservar nuestras tradiciones y de paso recuperar nuestros espacios públicos, se llevó a cabo la 1ª muestra de teatro callejero comunitario (en esta parte de la ciudad), con la obra denominada Viaje al Mictlán.
La función comenzó alrededor de las ocho de la noche en el borde del Canal Nacional a la altura del Eje 3 Oriente (área de juegos), Barrio Tula. Edmundo López de la Rosa, escritor, arqueólogo, economista y fundador de la asociación civil Bartola Axayacatl, dio la bienvenida y platicó acerca del significado de esta manifestación prehispánica, así como de la importancia de mantenerla viva.
Con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, así como del director y actor, Isaías Avilés, se hicieron realidad 40 minutos –aproximadamente- de teatro al aire libre. Con 12 años de edad, Brandon Raúl Morales Urbina protagonizó el viaje al Mictlán, vecino que compartió el escenario con niñas, niños y mujeres adultas, en total 18 vecinos de la zona, algunas integrantes del comité ciudadano en San Simón, Culhuacán.
Antes se realizó una procesión por calles que atraviesan este barrio, donde los niños, algunos disfrazados con atuendos ‘joligudenses’ y otros apegados a la tradición mexicana, visitaron casas donde recibieron dulces.
Viaje al Mictlán (o Mitlán, del náhuatl mic, 'muerte' y tlan, 'lugar de')
El Día de Muertos está vinculado con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la cosecha. Es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores, mismo que se compartía con los muertos. Es decir, representaban la relación que creían existía entre el ciclo siembra-cosecha y vida-muerte. Los guerreros que morían en el campo de batalla y las mujeres que morían en el parto no iban al Mictlán, sino al Ilhuicatl Tonatiuh (Camino del Sol). Los ahogados, los que morían por un rayo o por hidropesía, iban al Tlalocan. Las almas de los niños pequeños muertos tenían un lugar especial en el Chichihualco (la casa de la leche), donde había un bello y frondoso árbol de leche, el Chichiuahuitl. De sus ramas goteaba leche con la cual esos niños se alimentaban.
El camino de las almas destinadas al Mictlán era muy complejo, durante cuatro años debían transitar por distintos lugares enfrentando todo tipo de peligros y vicisitudes antes de llegar al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban, o desparecían.
Para que las almas vencieran las dificultades en su travesía a fin de llegar a su destino, a los cadáveres se les colocaban diversos objetos. De ello se desprende la concepción que actualmente se tiene del altar de muertos.
Durante ese largo viaje podían detenerse en sus moradas terrenas solamente una vez al año, esa fecha caía a principios de noviembre. Para ayudar a que estas almas errantes recobraran fuerza y ánimos, los aztecas les preparaban un festín con la comida y la bebida que sus difuntos gustaban en vida.
El Mictlán estaba formado por nueve lugares, ocho tenían retos para los muertos, en el nueve, el más profundo, alcanzaban el descanso eterno:
En Apanohuaia o Itzcuintlan había un río caudaloso, Chignahuapan, la única manera de cruzarlo era con ayuda de Xólotl (el perrito con el que eran enterrados). Si en vida no se había tratado bien a algún perro, el muerto se quedaba en esta dimensión por la eternidad.
Tepectli Monamictlan. Lugar donde los cerros chocan entre sí o cerros que luchan. También llamado Tepeme Monamictia. Los cerros chocan y trituran a los muertos.
Iztepetl. Cerro de navajas. Este lugar se encontraba erizado de pedernales que desgarran las carnes de los viajeros.
Izteecayan. Lugar en el que sopla el viento de navajas. Desde aquí salen los vientos del norte que arrasan las cosechas y derrumban casas. También se le conoce como Cehuecayan, porque dividido en dos ambientes, en una siempre cae nieve mientras en la otra el calor es insoportable.
Paniecatacoyan. Lugar donde los cuerpos flotan como banderas. Aquí se pierde la gravedad y los muertos están a merced de los vientos, una vez que los difuntos están próximos a salir, los vientos los regresaban o los llevan de un lado a otro.
Timiminaloayan. El lugar donde flechan. Se decía que era un sendero en cuyos lados había manos invisibles que lanzaban puntiagudas flechas hasta acribillar a los pasantes.
Teocoyocualloa. Lugar donde las fieras se alimentan de los corazones. Una fiera salvaje abría el pecho del difunto para comerle el corazón. Sin este órgano la persona caía en un charco donde era perseguida por un cocodrilo.
Izmictlan Apochcalolca. El camino de niebla que enceguece. También llamado Apanhuiayo, laguna de aguas negras. El difunto tiene que atravesar el tramo llamado Chiconauhapatlan, extensión de nueve aguas. Una vez traspuestas estas aguas, llega al sitio donde vive la lagartija. Xochitonal (flor del alma). Aquí el cuerpo está totalmente desecho, ya no tiene materia, por lo tanto se enceguece y deja de gozar y sufrir.
Chicunamictlan. Aquí las almas encontraban el descanso anhelado. Era el más profundo de los lugares de los señores de la muerte. El Mictlán, lugar de los muertos, situado en las profundidades de la tierra, era habitado por dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacíhuatl.
Los afortunados que finalizaban su travesía llegaban ante Mictlantecuhtli, a quien entregaban, a manera de ofrenda, manojos de cañas de perfume, algodón, hilos colorados y mantas. (Con información de Bety Sánchez)
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