sábado, 23 de marzo de 2013

El Canal Nacional. Páginas sobre su historia. De Edmundo López de la Rosa (Presentación) Parte l de...

Amor viejo y acequia real, nunca se dejan de andar

“Amor viejo y acequia real, nunca se dejan de andar”. Este refrán nos invita a trajinar1 en el memorial de uno de los caminos de agua más importante construida por la mano del hombre en la cuenca de México: El Canal Nacional2.

En la época prehispánica seguramente fue reconocido como el Huey Apantli, “Gran Acequia”; y a partir de la Colonia hasta la segunda mitad del siglo XIX llamado de tres maneras de acuerdo a las poblaciones más importantes por las que cruzaba: Acequia Real dentro de la Ciudad de México, Acequia Real a Mexicaltzingo, y desde esta población a Chalco, Acequia Real a Chalco.

En 1856 el empresario Mariano Ayllón, quien trató de impulsar una línea de vapores por el canal, los  rebautizó en su conjunto como Canal Nacional, quizá en un acto “republicano” para  ese momento que vivía el país con un Congreso Constituyente reunido a consecuencia de la triunfante revolución de Ayutla3. Aunque en ese tiempo no prosperó la propuesta, a principios del siglo XX ya estaba arraigado su nuevo nombre, de tal manera que hoy día es reconocido como la Acequia Nacional o Canal Nacional4 .

He vivido casi toda mi vida cerca del Canal Nacional, es una antigua y extinguida zona de chinampas de la gran Tollan de Culhuacan, hoy día, la colonia Valle del Sur. Y he de confesarles, estimados lectores, que al igual que muchos amigos, vecinos y ciudadanos que nos hemos sumado a la tarea de cuidar y recuperar las historias de este gran camino de agua, somos afortunados porque tenemos la oportunidad de conservarlo para la Ciudad de México y heredarla a nuestros hijos, para que sin importar el lugar de la tierra donde se encuentren, sepan que pertenecen a algo por tener historia e identidad. Orgullosamente mexicana. Orgullosamente culhuacana.

Además, cómo no conversar amorosamente sobre el Canal Nacional si cuando niños, acostados en sus bordes, disfrutábamos jugando a adivinar las formas caprichosas de las nubes; de jugar futbol con todos los amigos de la infancia en esas grandes extensiones de tierra que llegaban hasta Xochimilco caminando por el canal, y que en tiempos de lluvia, al formarse lagunillas, nos metíamos a nadar y
atrapar ranas y ajolotes. Y más aun ahora cómo no estar orgullosos de sus aguas si ya habitan de nuevo patos y distintas clases de peces: un cambio radical entre el basurero que era hace cinco años, a un espejo de agua con vida.

Después de años de abandono, en 2006 el Gobierno de la Ciudad de México, a través del Sistema de Aguas, materializó una demanda de la sociedad civil organizada y del ámbito académico al llevar a cabo una importante obra de recuperación del Canal Nacional con un costo de 173 millones de pesos. Vecinos y visitantes nos preguntan por qué como ciudadanos debemos asumir la corresponsabilidad de su cuidado, ya que eso “es sólo un asunto del gobierno”; nosotros les respondemos: sólo con el trabajo conjunto entre gobierno y sociedad, transparente y con rendición de cuentas, podremos alcanzar los niveles de bienestar que todos deseamos, ya sea en el orden económico, social, medioambiental o educativo.

Los modelos de bienestar, sobre todo norteamericanos que se implantaron a lo largo del siglo XX en la Ciudad de México y que fueron sólo “asuntos del gobierno” se hicieron, como bien lo observa César Cancino, sobre un descomunal costo ambiental: casi se agotaron los recursos naturales de la cuenca por el crecimiento de la mancha urbana, la desaparición de la flora y fauna, los altos índices de contaminación del aire, la tierra y el agua; el desecado y entubamiento de casi todas las corrientes de agua de la cuenca, aunado a una incierta promoción y educación ambiental: hemos transformado cientos de hectáreas de aguas y bosques en gigantescas planchas de concreto y asfalto. Por ello, las decisiones y los nuevos modelos de bienestar que queremos y deseamos para nuestra ciudad tienen que ser diseñados sin continuar exterminando nuestro patrimonio ambiental. La toma de decisiones ya no puede quedar en manos de unos cuantos, debe ser con base en una corresponsabilidad entre la ciudadanía y gobierno. Ya casi no tenemos nada del ancestral sistema y cultura lacustre, y conservar lo que queda es ya un grave asunto de seguridad de la Ciudad de México.

En el mundo tenemos ejemplos de éxito cuando la sociedad en su conjunto trabaja en sueños compartidos. De manera particular destaca el caso del Arrollo Cheonggyecheon en la ciudad de Seúl, Corea: veinte años tardaron en construir una vialidad y cubrir ese arrollo para dar servicio a 168 mil 556 vehículos que diariamente circulaban por esa avenida, hasta que las autoridades sudcoreanas
junto con la sociedad civil decidieron convertir a Seúl en una ciudad “orientada hacia el humano” y “amigable con el ambiente y la ecología”. Derribaron la avenida, recuperaron el caudal del río y ahora es un lugar de esparcimiento de sus habitantes5. No fue fácil el cambio urbano o cambio cultural, ni tampoco menor la gran cantidad de recursos económicos que se debieron invertir, pero se demostró que sí es posible hacerlo.

La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de junio de 1992 establece una alianza mundial nueva y equitativa mediante la creación de renovados niveles de cooperación entre los Estados, los sectores claves de las sociedades y las personas, para aspirar a alcanzar acuerdos locales, nacionales e internacionales, en los que se respeten los intereses de todos y se proteja la integridad del sistema ambiental y de desarrollo económico y social mundial, a partir del reconocimiento de la naturaleza integral e interdependiente de la Tierra.

A lo anterior, señala el principio número 16 de la Declaración de Río, que “las autoridades nacionales deberían procurar fomentar la internalización de los costos ambientales y el uso de instrumentos económicos, teniendo en cuenta el criterio de que el que contamina debe, en principio, cargar con los costos de la contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés público y sin distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales”. ¿Por qué nos detenemos de manera particular en
este aspecto?, por la sencilla razón de que no podemos perder de vista que toda propuesta ambiental debe considerar los costos económicos que tienen que absorber las personas y países. Por ello, las decisiones no pueden avanzar sin reflexionar de manera responsable el esfuerzo que representa para las economías del mundo cambiar cualquier modelo de bienestar occidental heredado del siglo
pasado.

En lo que a nosotros nos ocupa como habitantes de la Ciudad de México, no podemos edificar una capacidad de respuesta ciudadana, legislativa y de gobierno ante el problema ambiental, de reconstruir una ancestral cultura hidráulica y un hacer nuevo estilo de vida urbano basado en un entorno ambiental amable, si no sustentamos las razones históricas, económicas, sociales y políticas del porqué y para qué hacerlo. Estas son razones que nos motivaron a realizar el presente
estudio.

Para comprender el impacto de la transformación del entorno ambiental, mostraremos a lo largo de la obra imágenes comparativas entre lo que fue y lo que es hoy día el Canal Nacional. Agradecemos a todos los amigos y vecinos por hacer realidad esta obra. Manifestamos nuestro reconocimiento al Padre Benjamín Porfirio Gómez Guzmán, ex director general del Instituto Don Bosco, A. C., y a Amilcar Pontes Martínez (q.e.p.d.), de la misma institución educativa, porque nos abrieron sus puertas para la labor comunitaria de conservación del canal.

Reconocemos a Luis Daniel Ávila Acosta (Bartola Axayácatl, A. C.), Sigilfredo Sánchez Vargas (Manos Amigas, A. C.), y Alejandro de la Vega Segura (Club de Patos, A. C.), por su compromiso y trabajo solidario en favor de nuestra comunidad.

Deseamos destacar la visión y compromiso del diputado Horacio Martínez, quien no sólo en su gestión como delegado de Iztapalapa (2006-2009), sino también en su quehacer legislativo ha tenido la visión y la iniciativa de apoyar e impulsar soluciones de temas tan sensibles como el que aquí nos ocupa.

Asimismo, expresamos nuestra gratitud al personal del Archivo Histórico de la Ciudad de México y del Archivo General de la Nación por su trato amable y profesionalismo, sin dejar de mencionar la importante labor de instituciones académicas como la Universidad Autónoma de Nuevo León, que al digitalizar documentos y publicaciones inspirada en el Programa Memoria del Mundo de la UNESCO, cuyo propósito es asegurar la preservación del patrimonio documental de importancia nacional y regional, nos permitió consultar a información que de otra manera hubiera sido casi imposible acceder a ella.

Subámonos, pues, usted y nosotros, a una trajinera y comencemos a navegar el Canal Nacional a través de las aguas de su historia, porque amor viejo y acequia real, nunca se dejan de andar.

Edmundo López de la Rosa
Culhuacan, otoño de 2009


1 Es decir, subirnos a la trajinera para dar un paseo o viaje. Hay una expresión popular que dice“traigo mucho trajín”, es decir, mucho movimiento, actividad o andar.
2 “Pocas áreas en el mundo poseen la riqueza cultural que encontramos en la técnicamente llamadacuenca de México –porque carece de salida natural-, o valle de México, como así lo llamamos demanera cotidiana, quizá en mucho debido al gran paisajista mexiquense José María Velasco, quiennos heredó extraordinarias vistas de la cuenca plasmadas en sus obras maestras.” (López de la  Rosa, 2005: 15).
3 “La revolución de Ayutla, encabezada por Juan Álvarez, enfrentó la dictadura de Santa Anna. Suideario y misión se plasmó en el plan del mismo nombre, expedido el 1 de marzo de 1854. La  revolución de Ayutla contra la dictadura de Santa Anna dio como resultado, después de variosaños, la Constitución del 5 de febrero de 1857. Desde el principio de su vida como nación independiente, hubo en México un continuo conflictoentre liberales y conservadores. De un lado, los herederos ideológicos de los insurgentes, cuyapropuesta era el desmantelamiento de las estructuras coloniales; y del otro, los terratenientes, laaristocracia, los mandos militares y el alto clero, empeñados en mantener sus privilegios. De ahísurgió la necesidad de organizar una asamblea legislativa que tradujera en normas legales el idearioliberal. Para ello se reunió en la ciudad de México el 18 de febrero de 1856 un CongresoConstituyente que estaba formado casi en su totalidad por diputados de ideas progresistas. Después de largas deliberaciones, el 5 de febrero de 1857, bajo la presidencia de don ValentínGómez Farías, el Congreso aprobó la nueva Constitución que organizó al país en forma de  “República, representativa, democrática, federal”, compuesta de 23 “estados libres y soberanos” ensu régimen interior, pero unidos en una federación. Se incluyeron además leyes sobre “abolición defueros, desamortización de bienes “de corporaciones civiles y eclesiásticas y “libertad de enseñanza”. Tomado de: http://mx.answers.yahoo.com
4 Cabe señalar que por la diversidad de nombres locales que además tuvo el Canal Nacionalprovocó confusiones en la hechura de diversos mapas del siglo XIX. A manera de ejemplo, en elCroquis del plano del Distrito Federal para servir a la guía de forasteros, publicada por el señor general DonJuan N. Almonte en 1852, aparece como Canal de Chalco; en el Map of the Environs of the City of Mexico de 1885, el general Carlos Pacheco como Canal de la Viga, y en el Plano de la región del Valle de México, formación bajo la dirección del ingeniero A. Díaz, editado en 1889, como Canal de Xochimilco.

5 Véase el artículo de Mario Carbonell “Liberan del asfalto a arroyo de Seúl”, del 26 de julio de 2009 publicada en Excélsior, incluida en el tomo 2 de esta obra. Edmundo López de la Rosa.