Estas son las cuentas oficiales de Canal Nacional:
El Canal Nacional es el más importante canal construido en la época prehispánica. Fue elemento fundamental para el funcionamiento de los tres grandes diques-calzada de los lagos de Chalco, Xochimilco y laguna de México: El de Tláhuac, que separaba los lagos de Chalco y Xochimilco; el de Mexicaltzingo, en la región de los Nauhtecuhtli; y el albarradón de Netzahualcóyotl. (El Canal Nacional, páginas sobre su historia. Edmundo López de la Rosa)
domingo, 27 de noviembre de 2011
¿Qué es Canal Nacional?
El más importante canal construido en la época prehispánica
fue el Canal Nacional. De acuerdo a la cerámica, atesorada por vecinos del
barrio de San Francisco Culhuacan, así como la observada en las excavaciones
realizadas para la cimentación del distribuidor vial Taxqueña, y la
construcción del muro de gavión del bordo poniente de este canal (2006),
tenemos evidencia en los depósitos estratigráficos más antiguos (siglo cuarto
antes de Cristo), que desde entonces circulaban este tipo de productos.
Antes de la llegada
de los europeos, el Canal Nacional fue elemento fundamental para el funcionamiento
de los tres grandes diques-calzada de los lagos de Chalco, Xochimilco y laguna
de México: El de Tlahuac, que separaba los lagos de Chalco y Xochimilco; el de
Mexicaltzingo, en la región de los Nauhtecuhtli; y el albarradón de
Netzahualcoyotl. (El Canal Nacional, páginas sobre su historia. Edmundo López
de la Rosa)
Les comparto el siguiente video el cual lo explica con más
detalle:
sábado, 19 de noviembre de 2011
Día de Muertos en el Canal Nacional
Bartolo Mayor
A fin de preservar nuestras tradiciones y de paso recuperar nuestros espacios públicos, se llevó a cabo la 1ª muestra de teatro callejero comunitario (en esta parte de la ciudad), con la obra denominada Viaje al Mictlán.
La función comenzó alrededor de las ocho de la noche en el borde del Canal Nacional a la altura del Eje 3 Oriente (área de juegos), Barrio Tula. Edmundo López de la Rosa, escritor, arqueólogo, economista y fundador de la asociación civil Bartola Axayacatl, dio la bienvenida y platicó acerca del significado de esta manifestación prehispánica, así como de la importancia de mantenerla viva.
Con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, así como del director y actor, Isaías Avilés, se hicieron realidad 40 minutos –aproximadamente- de teatro al aire libre. Con 12 años de edad, Brandon Raúl Morales Urbina protagonizó el viaje al Mictlán, vecino que compartió el escenario con niñas, niños y mujeres adultas, en total 18 vecinos de la zona, algunas integrantes del comité ciudadano en San Simón, Culhuacán.
Los guerreros que morían en el campo de batalla y las mujeres que morían en el parto no iban al Mictlán, sino al Ilhuicatl Tonatiuh (Camino del Sol). Los ahogados, los que morían por un rayo o por hidropesía, iban al Tlalocan. Las almas de los niños pequeños muertos tenían un lugar especial en el Chichihualco (la casa de la leche), donde había un bello y frondoso árbol de leche, el Chichiuahuitl. De sus ramas goteaba leche con la cual esos niños se alimentaban.
El camino de las almas destinadas al Mictlán era muy complejo, durante cuatro años debían transitar por distintos lugares enfrentando todo tipo de peligros y vicisitudes antes de llegar al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban, o desparecían.
Para que las almas vencieran las dificultades en su travesía a fin de llegar a su destino, a los cadáveres se les colocaban diversos objetos. De ello se desprende la concepción que actualmente se tiene del altar de muertos.
Durante ese largo viaje podían detenerse en sus moradas terrenas solamente una vez al año, esa fecha caía a principios de noviembre. Para ayudar a que estas almas errantes recobraran fuerza y ánimos, los aztecas les preparaban un festín con la comida y la bebida que sus difuntos gustaban en vida.
El Mictlán estaba formado por nueve lugares, ocho tenían retos para los muertos, en el nueve, el más profundo, alcanzaban el descanso eterno:
En Apanohuaia o Itzcuintlan había un río caudaloso, Chignahuapan, la única manera de cruzarlo era con ayuda de Xólotl (el perrito con el que eran enterrados). Si en vida no se había tratado bien a algún perro, el muerto se quedaba en esta dimensión por la eternidad.
Tepectli Monamictlan. Lugar donde los cerros chocan entre sí o cerros que luchan. También llamado Tepeme Monamictia. Los cerros chocan y trituran a los muertos.
Iztepetl. Cerro de navajas. Este lugar se encontraba erizado de pedernales que desgarran las carnes de los viajeros.
Izteecayan. Lugar en el que sopla el viento de navajas. Desde aquí salen los vientos del norte que arrasan las cosechas y derrumban casas. También se le conoce como Cehuecayan, porque dividido en dos ambientes, en una siempre cae nieve mientras en la otra el calor es insoportable.
Paniecatacoyan. Lugar donde los cuerpos flotan como banderas. Aquí se pierde la gravedad y los muertos están a merced de los vientos, una vez que los difuntos están próximos a salir, los vientos los regresaban o los llevan de un lado a otro.
Timiminaloayan. El lugar donde flechan. Se decía que era un sendero en cuyos lados había manos invisibles que lanzaban puntiagudas flechas hasta acribillar a los pasantes.
Teocoyocualloa. Lugar donde las fieras se alimentan de los corazones. Una fiera salvaje abría el pecho del difunto para comerle el corazón. Sin este órgano la persona caía en un charco donde era perseguida por un cocodrilo.
Izmictlan Apochcalolca. El camino de niebla que enceguece. También llamado Apanhuiayo, laguna de aguas negras. El difunto tiene que atravesar el tramo llamado Chiconauhapatlan, extensión de nueve aguas. Una vez traspuestas estas aguas, llega al sitio donde vive la lagartija. Xochitonal (flor del alma). Aquí el cuerpo está totalmente desecho, ya no tiene materia, por lo tanto se enceguece y deja de gozar y sufrir.
Chicunamictlan. Aquí las almas encontraban el descanso anhelado. Era el más profundo de los lugares de los señores de la muerte. El Mictlán, lugar de los muertos, situado en las profundidades de la tierra, era habitado por dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacíhuatl.
Los afortunados que finalizaban su travesía llegaban ante Mictlantecuhtli, a quien entregaban, a manera de ofrenda, manojos de cañas de perfume, algodón, hilos colorados y mantas. (Con información de Bety Sánchez)
A fin de preservar nuestras tradiciones y de paso recuperar nuestros espacios públicos, se llevó a cabo la 1ª muestra de teatro callejero comunitario (en esta parte de la ciudad), con la obra denominada Viaje al Mictlán.
La función comenzó alrededor de las ocho de la noche en el borde del Canal Nacional a la altura del Eje 3 Oriente (área de juegos), Barrio Tula. Edmundo López de la Rosa, escritor, arqueólogo, economista y fundador de la asociación civil Bartola Axayacatl, dio la bienvenida y platicó acerca del significado de esta manifestación prehispánica, así como de la importancia de mantenerla viva.
Con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, así como del director y actor, Isaías Avilés, se hicieron realidad 40 minutos –aproximadamente- de teatro al aire libre. Con 12 años de edad, Brandon Raúl Morales Urbina protagonizó el viaje al Mictlán, vecino que compartió el escenario con niñas, niños y mujeres adultas, en total 18 vecinos de la zona, algunas integrantes del comité ciudadano en San Simón, Culhuacán.
Antes se realizó una procesión por calles que atraviesan este barrio, donde los niños, algunos disfrazados con atuendos ‘joligudenses’ y otros apegados a la tradición mexicana, visitaron casas donde recibieron dulces.
Viaje al Mictlán (o Mitlán, del náhuatl mic, 'muerte' y tlan, 'lugar de')
El Día de Muertos está vinculado con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la cosecha. Es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores, mismo que se compartía con los muertos. Es decir, representaban la relación que creían existía entre el ciclo siembra-cosecha y vida-muerte. Los guerreros que morían en el campo de batalla y las mujeres que morían en el parto no iban al Mictlán, sino al Ilhuicatl Tonatiuh (Camino del Sol). Los ahogados, los que morían por un rayo o por hidropesía, iban al Tlalocan. Las almas de los niños pequeños muertos tenían un lugar especial en el Chichihualco (la casa de la leche), donde había un bello y frondoso árbol de leche, el Chichiuahuitl. De sus ramas goteaba leche con la cual esos niños se alimentaban.
El camino de las almas destinadas al Mictlán era muy complejo, durante cuatro años debían transitar por distintos lugares enfrentando todo tipo de peligros y vicisitudes antes de llegar al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban, o desparecían.
Para que las almas vencieran las dificultades en su travesía a fin de llegar a su destino, a los cadáveres se les colocaban diversos objetos. De ello se desprende la concepción que actualmente se tiene del altar de muertos.
Durante ese largo viaje podían detenerse en sus moradas terrenas solamente una vez al año, esa fecha caía a principios de noviembre. Para ayudar a que estas almas errantes recobraran fuerza y ánimos, los aztecas les preparaban un festín con la comida y la bebida que sus difuntos gustaban en vida.
El Mictlán estaba formado por nueve lugares, ocho tenían retos para los muertos, en el nueve, el más profundo, alcanzaban el descanso eterno:
En Apanohuaia o Itzcuintlan había un río caudaloso, Chignahuapan, la única manera de cruzarlo era con ayuda de Xólotl (el perrito con el que eran enterrados). Si en vida no se había tratado bien a algún perro, el muerto se quedaba en esta dimensión por la eternidad.
Tepectli Monamictlan. Lugar donde los cerros chocan entre sí o cerros que luchan. También llamado Tepeme Monamictia. Los cerros chocan y trituran a los muertos.
Iztepetl. Cerro de navajas. Este lugar se encontraba erizado de pedernales que desgarran las carnes de los viajeros.
Izteecayan. Lugar en el que sopla el viento de navajas. Desde aquí salen los vientos del norte que arrasan las cosechas y derrumban casas. También se le conoce como Cehuecayan, porque dividido en dos ambientes, en una siempre cae nieve mientras en la otra el calor es insoportable.
Paniecatacoyan. Lugar donde los cuerpos flotan como banderas. Aquí se pierde la gravedad y los muertos están a merced de los vientos, una vez que los difuntos están próximos a salir, los vientos los regresaban o los llevan de un lado a otro.
Timiminaloayan. El lugar donde flechan. Se decía que era un sendero en cuyos lados había manos invisibles que lanzaban puntiagudas flechas hasta acribillar a los pasantes.
Teocoyocualloa. Lugar donde las fieras se alimentan de los corazones. Una fiera salvaje abría el pecho del difunto para comerle el corazón. Sin este órgano la persona caía en un charco donde era perseguida por un cocodrilo.
Izmictlan Apochcalolca. El camino de niebla que enceguece. También llamado Apanhuiayo, laguna de aguas negras. El difunto tiene que atravesar el tramo llamado Chiconauhapatlan, extensión de nueve aguas. Una vez traspuestas estas aguas, llega al sitio donde vive la lagartija. Xochitonal (flor del alma). Aquí el cuerpo está totalmente desecho, ya no tiene materia, por lo tanto se enceguece y deja de gozar y sufrir.
Chicunamictlan. Aquí las almas encontraban el descanso anhelado. Era el más profundo de los lugares de los señores de la muerte. El Mictlán, lugar de los muertos, situado en las profundidades de la tierra, era habitado por dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacíhuatl.
Los afortunados que finalizaban su travesía llegaban ante Mictlantecuhtli, a quien entregaban, a manera de ofrenda, manojos de cañas de perfume, algodón, hilos colorados y mantas. (Con información de Bety Sánchez)
lunes, 7 de noviembre de 2011
El Canal Nacional
Bartolo Mayor
En la época prehispánica seguramente fue reconocido como Huey Apantli (Gran Acequia), y, a partir de la Colonia hasta la segunda mitad del siglo XIX fue llamado de tres maneras de acuerdo a las poblaciones más importantes por las que cruzaba: Acequia Real, dentro de la Ciudad de México; Acequia Real a Mexicaltzingo; y desde este punto a Chalco, Acequia Real a Chalco.
En 1856, el empresario Mariano Ayllón, quien trató de impulsar una línea de barcos de vapor por el canal, los rebautizó en su conjunto como Canal Nacional -quizás en un acto republicano para ese momento que vivía el país, con un Congreso Constituyente reunido a consecuencia de la triunfante revolución de Ayutla-.
Aunque en ese tiempo no prosperó la propuesta, a principios del siglo XX ya estaba arraigado su nombre, de tal manera que hoy día es reconocido como la Acequia Nacional, o canal Nacional.
(Edmundo López de la Rosa.
El Canal Nacional, páginas sobre su historia)
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